Talento y mérito: el binomio esencial del éxito auténtico
El pasado 12 de diciembre, tuve el placer de acompañar a mis compañeras de Directivas de Aragón, asociación de la que soy miembro desde 2012, en la celebración de la sexta edición de los Premios TALENTO y MÉRITO que nuestra asociación otorga a figuras destacadas de la sociedad que contribuyen de forma extremadamente positiva a revalidar el lugar de la mujer en esta sociedad. La verdad es que, a mi pesar, no había podido estar en ediciones anteriores.
Aprovecho la ocasión para alabar la labor de mis compañeras de la junta y a la presidenta Maria Sasot por la organización de este acto de gran trascendencia y por su trabajo constante a lo largo de todo el año. Nunca como ahora la asociación ha estado tan presente en el entramado de la sociedad aragonesa, forjando alianzas significativas en todos los escalafones – empresariales, políticos, …– cuestión que, sin duda, estoy segura redundará en beneficio de la visibilidad de nuestra causa común y en el bienestar de las socias: veteranas como yo o nuevas incorporaciones.
Ya sabéis de sobra que toda ocasión es buena para una reflexión, por lo menos para mí, así que el encuentro con mis compañeras de Directivas, entre las cuales tengo el honor de haber forjado grandes amistades personales, me ha recordado lo importante que es el reconocimiento del talento que, finalmente, se valida solo si se reconoce su mérito.
En la sociedad contemporánea, marcada por ritmos acelerados y una competencia creciente, el talento y el mérito son pilares fundamentales para el desarrollo personal y profesional.
Sin embargo, aunque ambos conceptos son a menudo utilizados como sinónimos del éxito, en realidad representan facetas distintas y complementarias sobre las cuales conviene desentrañar matices.
El talento: un regalo que se cultiva
¡El talento es un regalo!
Y, si bien es cierto que hay algunas personas que tienen la suerte de poseer muchos talentos, también es cierto que todo ser humano tiene alguno. Ahí es donde hay que meter el foco.
El talento puede entenderse como una capacidad innata, una habilidad que destaca y diferencia a una persona de otras.
Desde las artes hasta la ciencia, el talento brilla y salta a la vista, aunque no se quiera. Si se detecta desde edades tempranas, ofrece la posibilidad de comprometerse con su desarrollo pleno en futuras etapas de la vida.
Sin embargo, poseer talento no garantiza el éxito. Hay muchas personas extremadamente talentosas que pasan desapercibidas en la sociedad de “las luces y la fatuidad”, donde a menudo se premia más la mediocridad que el talento.
Personas poco destacables en cuanto a capacidades sobresalen, precisamente, por esta misma conformación de la sociedad.
A veces se dice: “más vale arte que maña”, en el sentido de que el talento tiene que “saberse vender”, y ahí es donde fallan muchos de los talentosos: por directos, por sus valores, por no saber venderse justamente y por una infinidad de trabas que ellos mismos se ponen o que colegas menos talentosos o la sociedad misma colocan.
Como decía Thomas Edison: “El genio es 1% inspiración y 99% transpiración.” Este don, sin esfuerzo, disciplina y constancia, se convierte en un potencial sin desarrollar, una promesa que nunca se cumple.
Por otro lado, en la prueba de ensayo y error hacia el desarrollo de tu propio talento y búsqueda del éxito, hay que aprender de cada uno de los pasos en el camino y de los fracasos. A pesar de que existan el talento y el esfuerzo, hay quienes no logran destacar por no encontrar los canales favorables: mentores, empresas que valoricen sus capacidades o redes de contactos que ayuden a sobresalir.
Y ahí es donde la labor de asociaciones como Directivas cobra tanta importancia, porque cada organización como esta tiene en su misión democratizar las oportunidades, rompiendo los techos que hagan falta y haciendo brillar a cada una por igual.
El mérito: la recompensa del esfuerzo
El mérito, por otro lado, es el fruto del trabajo constante, del compromiso con un objetivo y de la capacidad de superar obstáculos. Representa la culminación de horas dedicadas a perfeccionar una habilidad, a aprender de los errores y a perseverar frente a las dificultades.
En este sentido, el mérito debería ser el gran igualador: no importa de dónde vengas, tu capacidad de esforzarte y mejorar siempre puede abrirte puertas.
Claro está que, en esta sociedad, a veces esta ecuación no se da y a menudo cuenta más con quién te relacionas, a quién le caes en gracia o quién te ayuda a abrir puertas (o no te las cierra), que realmente quién eres, lo que vales y lo que haces.
El mérito, a diferencia del talento, no siempre se celebra de inmediato, a veces nunca; opera silenciosamente, trabajando en las sombras para construir una base sólida y duradera.
Por eso, me parece tan significativo que Directivas otorgue los premios Talento y Mérito. Un acierto, sin duda, hasta en el nombre.
El equilibrio entre talento y mérito
Quizás el verdadero éxito, entendido desde el punto del reconocimiento, proviene de la unión equilibrada entre el talento y el esfuerzo. Aquellos que logran alcanzar sus metas de manera significativa son quienes saben combinar su capacidad natural con una ética de trabajo y valores intachables.
Además, hoy día, cuando se valora más la inmediatez y los resultados visibles a golpe de likes y seguidores, es esencial recordar que el esfuerzo es lo que da peso y profundidad al talento. Sin esfuerzo, el talento puede ser una chispa pasajera; sin talento, estoy segura de que nunca jamás habrá mérito verdadero.
Habrá otras cosas: luces, brillos y destellos, como los del árbol de Navidad que en unos días apagaremos para guardarlo hasta el año que viene, donde nuevos decorados y nuevas luces harán su aparición en nuestras ciudades y hogares. Pero esas luces son pasajeras, y lo efímero nunca deja huella. Lo que realmente trasciende es lo auténtico, lo trabajado y lo constante.
Un sistema que valore lo auténtico
La sociedad también tiene un papel crucial en este equilibrio. Necesitamos estructuras que reconozcan y premien no solo el talento, sino también el esfuerzo que lo sostiene.
En un entorno donde las oportunidades no siempre se distribuyen de manera equitativa, el mérito debe ser un criterio justo y objetivo para valorar los logros de las personas, sin dejar de lado las circunstancias que las rodean.
Concluyendo …
El talento y el mérito no son rivales, sino aliados indispensables en la búsqueda de la excelencia.
Mientras el talento aporta la “chispa” inicial, el esfuerzo construye la trayectoria que permite que esa chispa ilumine el camino y consolide los resultados.
Si logramos fomentar una cultura que valore el don y la dedicación, estaremos dando forma a una sociedad más justa, donde cada persona pueda alcanzar su máximo potencial y contribuir con su “luz única” al bien común en la empresa y en la sociedad.
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