España, de rodillas ante la catástrofe: una lección de solidaridad.
Con un nudo en la garganta y el corazón apesadumbrado, observo las imágenes del desastre que la DANA ha dejado a su paso. Hoy recurro una vez más a la escritura, para expresar lo que veo y siento; como acto de denuncia y como expresión de orgullo y profunda admiración hacia quienes, en medio de la adversidad, han demostrado el verdadero sentido de la solidaridad.
El drama que ha asolado a España, deja un rastro de devastación: personas fallecidas, desaparecidas, familias sin hogar, paisajes irreconocibles y comunidades sumidas en el dolor.
Ante esta tragedia, me encuentro profundamente conmovida y tampoco puedo evitar preguntarme cómo habría afrontado yo una situación similar. Siento el peso del dolor, especialmente por tantas pérdidas humanas.
Creo que es tiempo de alzar la voz, dejar de lado la indiferencia que asola nuestro día a día; es un momento trascendental que nos obligada a reflexionar especialmente sobre el papel del Estado, y lo que significa el servicio al pueblo.
No es solo una obligación; es la esencia misma de lo que la política debería ser, que nació con la idea de mejorar la vida en comunidad, de ser una herramienta al servicio de todos los ciudadanos. Su propósito era claro: organizar la convivencia, proteger a cada individuo y asegurar el bienestar común.
En esta idea se asienta el concepto de servicio público: una responsabilidad asumida por aquellos que ocupan cargos políticos y administrativos, con el fin de trabajar en beneficio de la comunidad.
En la época actual, esta noción se ha desvirtuado profundamente. Veo con tristeza cómo intereses individuales y partidistas ocupan su lugar. Con esta dramática emergencia, esta estructura debería haber respondido con prontitud, eficiencia y responsabilidad, pero, como muy acertadamente señalaba @MarcVidal existe una desconexión dolorosa entre quienes gobiernan y quienes necesitan apoyo urgente.
Aun así, ante esta desolación institucional, algo mucho más poderoso y real ha surgido: una riada de solidaridad, de bondad pura que nace de la gente común; es el propio pueblo quien se convierte en el refugio y protector de los demás.
Los primeros en llegar han sido los vecinos, las familias, los ciudadanos de a pie…
Esta está siendo la verdadera fuerza de España, y es un recordatorio de que, cuando todo falla, siempre queda el espíritu de comunidad.
En cada gesto altruista, en cada esfuerzo desinteresado, veo reflejado el poder de una sociedad que no abandona.
La DANA ha dejado heridas profundas en España, que tardarán en sanar y que deben empujarnos a cambios profundos, para exigir una gestión digna y acertada de los recursos del Estado, pero también ha revelado el alma cálida, solidaria y entregada de los españoles.
Me siento inmensamente agradecida y orgullosa de todos aquellos que, con poco o con mucho, han aportado y demostrado que el verdadero espíritu de comunidad permanece intacto, al tiempo que se renueva en mí la esperanza para el futuro de este País:
SU GENTE.
Video vía @ABC
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