ENTRE DOS AMORES - Loredana Vitale
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ENTRE DOS AMORES

La verdad esté dicha, soy una persona con muchas ideas, me surgen por doquier, en cualquier momento y lugar. “Todo me interesa”, todo me inspira, de todo aprendo.

En esta ocasión la idea de este artículo me surgió cocinando para mi familia.

Cocinar es una de mis actividades creativas favorita y la considero también uno de mis mayores métodos de meditación activa.

Bueno, decía… estaba cocinando, con la música de fondo, cuando empezó a sonar de mi lista de reproducción la canción de Ana Belén Entre dos amores.  La canción habla de una mujer dividida entre la dualidad de dos amores: «uno me da seguridad, un hogar lleno de caricias, una vida llena de paz«, mientras uno plácido y seguro y el otro ardiente y desafiante.

Pues… la cabeza me hizo match y aquí me tenéis escribiendo otra vez. En pocos segundos, empecé a ver clara la dualidad también en la vida cotidiana, no solo en el amor, sino en las decisiones que tomamos cada día entre lo que debemos hacer y lo que realmente nos apasiona.

Vivimos constantemente entre dos realidades: la responsabilidad y el trabajo, que nos anclan a la estabilidad, y los sueños y aspiraciones, que nos invitan a soñar, a salir de nuestra zona de confort. En este equilibrio delicado, a menudo nos encontramos atrapados, como si el deseo de perseguir nuestras pasiones estuviera siempre en segundo plano frente a las exigencias del día a día.

Es cierto que elegir una vida cómoda no tiene nada de malo. De hecho, cuando alcanzamos cierta madurez, tener una vida apacible puede resultar casi deseable. Nos da seguridad y una rutina que, en teoría, nos protege del caos. Claro está, esto también depende del carácter de cada uno; yo, por ejemplo, siempre encuentro nuevas aventuras en las que embarcarme 😉

Pero, ¿cuántas veces hemos sentido que esta estabilidad se convierte en monotonía? Una sensación de estar apagados, haber perdido la alegría cumpliendo expectativas externas mientras las nuestras quedan relegadas. Nos postergamos constantemente.

Por otro lado, está la vida que nos hace soñar. Esa que, aunque implica riesgos y cierta dosis de incertidumbre, despierta en nosotros algo profundamente humano: la ilusión, el entusiasmo, el vértigo de perseguir lo que realmente nos estremece. Es ahí que, con mucha probabilidad encontraremos nuestro propósito, aunque para ello debamos enfrentar desafíos y salir de nuestra comfort zone.

La canción de Mina, Grande, grande, grande, también evoca esta idea. En ella, la protagonista se siente dividida entre el conflicto que le genera su pareja y la emoción que este le aporta: » Te amo luego te odio, luego te amoooo… no me dejes nunca más.  Eres grande, grande, grande, como y tú eres grande solo tú».

 Aunque a menudo hay tensiones, esos momentos de intensidad le devuelven el sentido de estar viva.

De manera similar, en la vida cotidiana muchas veces necesitamos salir de nuestra zona de equilibrio cómodo para experimentar esa chispa que nos conecta con la vitalidad. Aunque esto implique enfrentarnos a la dificultad, al sufrimiento, e incluso a expectativas no siempre cumplidas, es en ese camino, en ese proceso hacia la consecución de los sueños, donde crecemos, nos amamos más y disfrutamos.

No siempre es fácil perseguir nuestras pasiones, especialmente cuando la realidad nos exige cumplir con responsabilidades familiares, laborales o sociales. Sin embargo, encontrar un espacio para esos sueños no es un acto egoísta, sino de valentía.

Las pasiones son el motor que nos conecta con lo mejor de nosotros mismos, y renunciar a ellas significa, en cierto modo, renunciar a una parte esencial de nuestra identidad y esencia.

En mi caso, como cualquier mortal, vivo esta dualidad todos los días: la necesaria exigencia de cotidianidad, seguridad que me da mi trabajo frente a la evasión intelectual que supone por ejemplo la escritura, mis elucubraciones acerca del lujo…

Con esto no quiero decir que en el trabajo no hay estímulo intelectual, todo lo contrario, además en mi caso lo uno permea lo otro; sin embargo, la escritura, más allá de ser una forma de evasión mental, es una forma expresión mucho más elevada, que contempla el compartir lo que llevo dentro, transmitir lo que pienso y siento, aportar en lo posible un rayo de luz, reflexión y esperanza a los demás a través de mi modo de ver la realidad y la vida. Esta tensión entre la rutina y el sueño, en mi caso, no me divide; me enriquece.

Al final, si no soñáramos, moriríamos de realidad y si solo soñamos, viviríamos apartados de forma insana de nuestra existencia y responsabilidades.

En resumidas cuentas, creo que el verdadero reto personal no es elegir entre sueño y realidad, porque la clave de una vida plena no está en la disyuntiva, sino en la integración.

Para que nuestra existencia cobre verdadero sentido, los sueños no pueden quedarse en una evasión; deben fundirse con la realidad, transformándose en parte de ella.

Lo que aspiras, aquello que responde a tu esencia más profunda, no debe quedar relegado al terreno de la fantasía. Esos sueños son un reflejo de quién eres y lo que buscas, y solo cuando logras que se vuelvan parte de tu día a día, encuentras plenitud.

No se trata de escapar de la realidad, sino de moldearla a imagen y semejanza de los sueños. Cuestión nada fácil, requiere cierto constancia y esfuerzo perseguir pasiones, pero el resultado, estoy segura, merece francamente la pena.

Por eso, una vida plena no rechaza la rutina ni las responsabilidades, pero tampoco las deja dominarlo todo. En cambio, se construye en ese delicado equilibrio donde la cotidianidad y los sueños convergen, y juntos, dan forma a una existencia mucho más auténtica y significativa.

 

 

 

Fuente de la imagen: rateyourmusic.com

Album Ana Belén: Mírame – BMG Ariola.

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